sábado, 26 de febrero de 2011

1...2...3...¡Respira!

Mmm...Ahora mismo mi mente reacciona con bastante lentitud. No soy capaz de hilvanar las palabras con mucha grandilocuencia, y me supone un gran esfuerzo darle una coherencia a las imágenes que me vienen a la mente. Porque son eso, imágenas. Palabras. Recuerdos. Sensaciones. Olores... Es tal el grado de unión que dejo de pensar objetivamente, y me dejo llevar por lo que cada poro de mi cuerpo me transmite.

Estoy sentado al borde de una gran piedra cerca de un terraplén con mucha pendiente. Me encuentro en medio de la Sierra, y se aproxima la muerte del astro rey. Es cierto que me encuentro con otras personas, pero estas han desaparecido de mi mente. Solo me muevo en el plano sensorial. Y es complicado describirlo.

Enfrente hay una montaña de un verde intenso, pero que lentamente pierde su brillo. Se está apagando. La difuminada línea que une las copas de los árboles de la montaña con el cielo se confunden con tonos anaranjados que tienden a ser rojizos conforme dejo pasar el tiempo. Uno pierde la cuenta de cuántos minutos han pasado. Eso carece de importancia. A través de los ojos, y en primer plano, están mis piernas, colgando de la gran piedra. En derredor, infinitud de pequeñas plantas que encierran todo tipo de verdes. ¡Qué espectáculo! Un poco más distantes levantan la cabeza al cielo miles de árboles no muy frondosos, pero que en conjunto te encierran. Uno deja de saber cómo se sale de ese sitio.

Pero esto no es sino un contexto mejor o peor definido. Que a unos ojos cerrados poco han de importar. La vista deja de lado sus funciones. Las delega en el tacto, el olfato, el oído... Millones de pequeñísimos poros a lo largo de toda mi piel beben de ese paraje. La impetuosa brisa que acaricia mi rostro y eriza el vello de mis brazos no hace sino darme escalofríos. ¿Qué tipo de placer es este?

A mi nariz llegan muchos olores que apenas sé distinguir, pero que resultan muy agradables en conjunto. ¿Cómo huele la naturaleza? Al menos sé que me habla...murmura en un lenguaje indescifrable, pero que puedo llegar a oír si presto mucha atención. ¿Qué querrá decirme?

Son demasiadas preguntas...Soy consciente de que posiblemente nunca llegue a darles una respuesta, pero...¿acaso no puedo disfrutar en el intento?

jueves, 24 de febrero de 2011

Mal de la Aurora (Canto)

Tenía las manos ensangrentadas...

Esa mañana se encontraba especialmente guapa. Se había sorprendido cuando se miró al espejo. "Menuda sonrisa de tonta" se dijo a si misma. Era un día especial, por lo que se esmeró más que de costumbre en arreglarse. Se alisó el pelo y se puso el vestido que más le gustaba. Era de un color rojo bermellón que la hacía parecer una mujer explosiva, indomable. Y lo era...

No cogió nada más que el pequeño bolso negro que solía llevar y que tanto le gustaba. Allí solía guardar el teléfono, pañuelos, un pintalabios, cacao para estos y poco más. No era muy dada a cargar peso por cargarlo.

No fue la única que se percató de lo especialmente bella que se encontraba esa mañana, el mismo recepcionista del hotel, cuando dejó la llave de la habitación en recepción, no pudo evitar decir: "Hoy se encuentra espléndida señorita"

Cuando salió por la puerta giratoria del hotel el sol la cegó por unos momentos. Poco a poco fue adaptando la visión a la claridad matinal. Eran apenas las 10,15 de la mañana. Aún faltaba mucho para su encuentro. Se dirigió a la cafetería que se encontraba al lado de su hotel y se sentó en una mesa desde la cual podía observar el gran parque que tenía enfrente. Le gustaba ver a los niños corretear y jugar entre ellos. Era una imagen preciosa ver cómo los padres hacían todo tipo de tonterías por sacarles una sonrisa a sus hijos. Aún era demasiado joven para plantearse la idea de tener hijos con su pareja, pero ya empezaba a sentir su instinto materno. Era feliz...Le entraron ganas de verlo, pero sabía que hasta dentro de una semana no podría. Justo en ese instante recibió un sms.

Cariño, que al final se cancela el fin de semana
pesquero con el jefe. Parece ser que se ha puesto
gravemente enfermo su padre y hemos dado media vuelta
en cuanto nos hemos enterado. En media hora estaremos de vuelta.
¿Te apetece que quedemos para dar una vuelta ahora que
estamos los dos de vacaciones?
Un beso...


Le respondió de inmediato, tenía muchas ganas de verlo ahora que disfrutaban de un poco de tiempo libre...ya que sus trabajos, a pesar de que les encantaban, los absorbían casi completamente. Quedaron media hora más tarde en la esquina donde solían quedar de jóvenes. Se apresuró en beberse el espeso batido y fue yendo.

Cuando llegó ya estaba allí. Se lanzó a sus brazos y se fundió en un abrazo con él. Le encantaba su olor...siempre tan exquisito. Al menos con él no tendría que dar vueltas por la ciudad hasta el esperado encuentro. Él le enseñó recovecos de la ciudad que ella aún desconocía. Parecía mentira que llevara viviendo allí 6 años. Se despidió de él a las 8 de la tarde, después de un intenso día acabaron en su piso viendo una película que llevaban años sin ver y que a él tanto le gustaba. Le costó salir por la puerta, pero tenía una cita a la que acudir y no quería retrasarse. Se despidieron con un beso en la comisura de los labios y un abrazo.

Con paso rápido se fue al metro. Quería impregnarse de la apatía y hastío que reflejaban los cansados rostros que deambulaban como almas en pena por el subsuelo. Ahí abajo apenas había personas. Eran todos sombras de lo que en su día fueron hombres y mujeres con ambiciones y felices. Allí, en el reflejo que se podía ver en los cristales de los veloces metros al pasar enfrente de uno podía ver uno su propia identidad. Caras desfiguradas, personas con rostros difuminados, perdidos en el río de una ciudad cuyo ritmo los ha superado. Simplemente se dejan llevar sin oponerse a la fuerza del río, que impetuoso, sigue su corriente hasta que finalmente caen por la catarata. Una honda tristeza empecó a adueñarse de su corazón. Precisamente lo que quería. También ella había pasado a formar parte de ese via crucis. El peso de su carga iba haciéndose cada vez más pesado. Agradeció que la parada estuviera cerca. Salió presurosa del metro, no quería sumergurse más en tanta miseria. Subió los escalones de dos en dos para salir al exterior, cuando una bocanada de aire le golpeó la cara. Era completamente de noche.

Andó durante 5 minutos hasta que llegó al lugar donde debían verse. Enfrente de ella se extendía un amplio campo de rugby en el que otras veces había visto jugar a varios equipos. Todo estaba en silencio. Un silencio que poco después se vio interrumpido por los pasos de una figura masculina que se atisbaba a unos 50 metros. Estaba segura de que era él. Sin ningún tipo de duda. Se acercó a ella y se apoyó en la barandilla mirando al frente, en su misma posición.

"Cuánto tiempo...¿no?" - dijo él por fin

"Sí" - respondió ella, cortante.

"¿Por qué después de tantos años?"

Ella lo miró...Seguía tan guapo como siempre. Ahora además parecía más maduro. Seguro que seguía triunfando con el género femenino. Ahora incluso más. Sin embargo, en su rostro se reflejaban unos signos que delataban el rápido desgaste que estaba infligiendo a su cuerpo, obligado a viajar a velocidad de crucero y viviendo la vida siempre al límite. Aquello no podía ser sano...pronto le acabaría pasando factura.

"Te odio" - fue la respuesta a su pregunta.

Él permanecio en silencio, cabizbajo. Entonces ella introdujo la mano en su bolso en busca de algo. Sin mirar fue tanteando en su interior hasta que lo encontró. Lo asió con fuerza y lo levantó en el aire, en donde refulgió por unos segundos a la luz de la luna, para finalmente asestarle un golpe en la cabeza que lo tumbó de inmediato. No pudo oponer resistencia.

Lo miró desde lo alto. Estaba en el suelo boca arriba rodeada su cabeza de un círculo de sangre. Aún no había muerto, solo estaba semiinconsciente. Se puso encima de él, de rodillas. Le desgarró la camiseta. Había deseado esto desde hacía mucho, y quería tanto disfrutarlo como que él lo disfrutara. Recorrió su pecho con la punta de su cuchillo. Seguía demasiado confuso como para darse cuenta. Poco después sacó una cuchilla de afeitar de su bolso...en el que solo tenía lo estrictamente necesario, y empezó a afeitarle el pecho. Entonces no pudo aguantar más la rabia y le rajó con esta en diagonal, provocándole una herida desde el pecho al ombligo. Empezó a sangrar. Con la sangre vino un alarido de dolor. Estaba disfrutando....
No quería jugar más, solo disfrutar. Volvió a coger el cuchillo, y empezó a hundírselo en el pecho una y otra vez. Una y otra vez. Una....y otra vez... Siguió hasta que no pudo más. La sangre le había salpicado en la cara y por todo el cuerpo y la ropa. En su pecho apenas se podían reconocer los pectorales de los que antaño tanto se había jactado. No era sino un muñeco exánime que estaba tendido en el suelo...Se levantó para mirar al cielo.

Ahora se encontraba tranquila. Nada podría perturbar la paz interior que albergaba en esos momentos. Acto seguido alzó las manos y se las contempló. Aún tenía el cuchillo con el que le había quitado la vida en la mano derecha. Bañadas por la luz de la luna, la sangre escarlata que tenía por todo su cuerpo desprendía magia. Una sensación de confort invadió todo su cuerpo...

Tenía las manos ensangrentadas...

Metamorfosis (realidad o ficción)

Cuánta belleza...después de 3 años aún no lo había olvidado.

Parece mentira que en esa ocasión lo admirara, pero desde otra perspectiva. Ahora con el tiempo era capaz de comprender mejor lo que amaba. Era un sentimiento más maduro. Seguía siendo maravilloso, y lo único que lo estropeaba era simplemente lo que lo convertía en lo que era. ¡Qué curioso! Como la poesía de Juan Ramón, habría sido más bella desnuda, sin ninguno de esos ropajes...

Después de 13 días intensos aquella apetecible tarde se volvió más relajada. Como no teníamos prisa, aprovechamos el lugar para hacer una parada. Ambos nos sentamos en el suelo. Ella no dejaba de mirar con los ojos de aquel que ve por vez primera. Devoraba cada detalle. Eran esos momentos en los que a mí me parecía que resplandecía más. Yo, aunque era la segunda vez que tenía el placer de estar ahí, seguía sorprendido.

Apoyé la cabeza sobre sus piernas. La miré a los ojos durante un momento. Esbocé una sonrisa...y poco a poco fui cerrando los ojos. No pretendía dormirme allí, solo descansar un momento...Sería solo unos segundos...


Esta tarde la he pasado, como de costumbre, enfrente del ordenador. Siempre investigando y buscando información sobre aquello que me interesaba. Hoy además se me había propuesto un juego en torno a la figura de Le Corbusier que me resultó muy agradable...He podido descubrir cosas muy curiosas sobre su persona. Aquellas mañanas en las que dibujaba y dibujaba mientras su mujer le preparaba el desayuno (sería bello vivir algo así...); y esas tardes enfrentándose al papel, y a él mismo, todo por proyectar el mejor de los edificios...Siempre superándose. Pero no ha sido esto lo que más me ha llamado la atención...


Aún con los ojos cerrados, noté como su mano se posaba sobre mi mejilla y me acariciaba el rostro con las yemas de los dedos...Estos se movían lentamente por cada surco, por cada arruga, por cada facción...Parecía que era la última vez que me vería, y que pretendía memorizar perfectamente cómo era mi cara...Seguí disfrutando del baile que prefería como pista mi cara...

Entonces me vino una imagen a la cabeza. Había sido un amanecer precioso. En esos momentos el cielo se había tornado naranja. Me encontraba a la orilla del mar de Cap Martín. Serían en torno a las 11 de la mañana de un 27 de Agosto. Contemplé el horizonte durante unos instantes...e inspiré hondo. Había llegado la hora. Lentamente me fui introduciendo en el agua, mientras una melodía repiqueteaba en mi cabeza. Aquella canción...sería mi única compañera en mi último viaje. Estaba contento. No me hacía falta nada más. Sumergí la cabeza en el agua cuando me llegaba por el vientre. Estaba fría, muy fría. Me adentré en el mar. Cada vez estaba más lejos de la orilla. Llegado un determinado momento, empecé a bucear. Buceé y buceé. Había descendido mucho, y mis pulmones no podrían aguantar mucho más. No obstante, seguí descendiendo. Cuando no pude aguantar más la respiración, me giré y miré hacia arriba. El exterior se veía precioso a través del agua. Era como una ventana...Hacía frío, y todo estaba oscuro. Solo un atisbo de luz me confirmaba que no me hallaba en un sueño. Poco a poco todo se volvió aún más oscuro, lentamente...hasta que el negro me sumió en una oscuridad absoluta. Todo había acabado.


Muro de Luz . Iglesia de Ronchamp

Entre espasmos, me desperté de la pesadilla. Ella seguía contemplándome. Su rostro me tranquilizó. Tú... La abracé fuerte. No quería separarme de ella.

Me incorporé de nuevo y proseguimos la visita del museo. Me sentía raro. Apenas había descansado 10 minutos, pero no era el mismo que antes. Pensé en la metempsicosis que decía Jim Morrison que sufrió por parte de un indio al que vio morir. El rey Lagarto lo cantaba así en su celebre "Riders on the Storm": <<Ghosts crowd the young child`s fragile eggshell mind>>
Eso era imposible, lo descarté de inmediato. ¿Por qué querría el más grande de los arquitectos del siglo XX adueñarse de mi alma? No...no era eso, pero sin embargo...ese sueño había dejado algo en mi interior. Era solo una sensación. Intuía que algo era diferente. ¿Sería ese algo lo que diferenciaba a unos pocos de la gran mayoría? El tiempo lo diría...


Después de terminar el mail, se lo envié a mi profesora con las 5 ficciones que creía haber oído en clase. No ganaría el premio, pero aún así, había aprendido, por lo que el día nada más que por eso fue de provecho.


Ese día yo había sido él por unos instantes. Lo había sido... En mi mente quedará para siempre el recuerdo. En la realidad, haría todo lo posible por recuperar esa sensación, y por superarlo y superarme. Tenía tiempo. Solo contaba con 18 años...Toda una vida por delante para dedicarla a una sola ambición. Vivir.

Una mañana Catherine se despertó
hecha un brazo de mar,
metamorfoseada.
"¡Mira que bien! -exclamó- tengo tetas, ¡oh!
oh la la, qué buen par,
soy una monada.

lunes, 7 de febrero de 2011

(Dés)espoir

¿Por qué te levantas cada mañana de la cama? ¿Por qué sigues viviendo? ¿Para qué?

¿Alguna vez te has parado a pensar el motivo de tu existencia? Solemos movernos de aquí para allá sin un motivo fijo que guíe nuestros pasos. Toda nuestra vida se hilvana en torno a decisiones que tomaremos con más o menos acierto, pero de lo que somos incapaces muchas veces es de saber hacia dónde queremos que nos lleven esas decisiones. ¿Alguno tiene claro cómo quiere que sea su vida? ¿Alguno sabe qué ha de hacer para que los días que aquí pasemos valgan la pena? Yo no me limitaría a vivir sin pena ni gloria. Prefiero darle un sentido a mi vida.

O mejor dicho, prefiero encontrarle ese sentido inherente a ella. Ese motivo por el que queremos vivir. Aunque mi juventud e inexperiencia me impida ser muy elocuente con mis ideas, al menos intento que todo lo que haga tenga una razón. No quiero irme de aquí y desvanecerme en el viento. No quiero ser polvo en el aire. Ansío descubrirme y que me descubran. Anhelo amar. Deseo mostrar todo mi amor a la humanidad...Quiero aportarle mi granito de arena. ¿Tú no?



Te preguntarás...y ¿cómo?. Eso, mi pequeña y maravillosa criatura, es algo que tienes que decidir por ti mismo.

El tiempo vuela

¿A qué estás esperando para alzar el vuelo? ¿Acaso crees que te van a esperar a que el señorito se decida a mostrar su mejor versión? Si no recapacitas, querido mío, nunca podrás coger el tren que te espera en la estación.

Tienes en tu mano viajar en primera clase, con plena comodidad, sin que nadie te moleste. No obstante prefieres pasar desapercibido en un inmundo vagón de tercera. La gente se apresura a montar en él y a coger los mejores asientos. Tú estás ahí afuera, observando desde el andén la velocidad con la que algunos se mueven para llegar los primeros. Tú, impasible, aun sabiendo que podrías ganar la carrera, te quedas embobado con la bella y efímera niebla matinal que sume toda la estación en un sueño profundo y transitorio.

Por favor, no te dejes encandilar por ese onírico mundo basado en un pastiche que te dejará caer en el abismo a las primeras de cambio. No bases en él tu razón de vivir. Este se esfuma y diluye escurriéndose entre las rejillas del suelo de la estación, siéndote imposible seguir allá adonde él decida ir.

Simplemente avanza, da un paso al frente, engrana la maquinaria, que tiempo ha te había mostrado parte de su potencial. Sabes que no estás ofreciendo ni una mínima parte de lo que puedes dar. ¿Ya te han dejado de gustar los retos personales? ¿Simplemente quieres vagar sin pena ni gloria, o prefieres ponerte metas altas muy difíciles de conseguir pero que una vez conquistadas sus cimas, te inunda una felicidad sin parangón?

Este es un momento idílico para ti, y lo sabes. En muy pocas ocasiones podrás disfrutar de una situación personal como la de ahora. Reconoce que te va bien en la inmensa totalidad de los sentidos. No te puedes quejar. ¿Y tú no piensas dar nada a cambio?

Quid Pro Quo. No te limites a recibir y consumir lo que encuentras. Al final te quedarás sin alimento, y morirás lentamente de inanición.

Haz que el significado de tu nombre no se limite a un propósito. Deja que tu alma se expanda. Haz que dios se acreciente en tu pecho. Sé bello. Sé extraordinario. Sé diferente. Sé magnífico. Sé tú. Tú y solo tú. Siente asco por perder el tiempo en banalidades. Sí, son necesarias, pero no en exceso. Necesitarás descanso, pero este siempre lo podrás encontrar si por el camino no te dedicas a perder el tiempo.

Y, ahora sí, hazme caso. Llevas mucho tiempo deseando cambiar, pero nunca lo haces. Te acomodas allá adónde vas, y vives como un rey. El único problema es que ahora...te van a comer. ¿Quieres destruir todo lo que tienes? ¿No prefieres que tus sueños se cumplan?

Yo te conozco muy bien, desde hace mucho tiempo te vengo observando, viendo cómo te comportas en tu día a día. Al principio me quedé callado, pues no tenía poder ni palabra para hacerte entender. Sin embargo ahora que con los años me he hecho más intransigente, no pienso dejar pasar ni una más. Hoy me has decepcionado. Y no es la primera vez...últimamente estás que te sales, chaval.

No me hagas tener que repetir estas palabras, pues seré mil veces más severo contigo, y supongo que eres consciente de que puedo, pues ambos nos conocemos muy bien, casi a la perfección.

Y como te conozco...voy a terminar con esa canción. Ambos sabemos el significado tan valioso que siempre ha tenido para ti. No dejes caer en saco roto tu esfuerzo.



Se despide, un amigo. Un amigo que con todo su corazón desea verte refulgir. Déjame ciego.


Fdo.:

يوسف مريم