jueves, 24 de febrero de 2011

Mal de la Aurora (Canto)

Tenía las manos ensangrentadas...

Esa mañana se encontraba especialmente guapa. Se había sorprendido cuando se miró al espejo. "Menuda sonrisa de tonta" se dijo a si misma. Era un día especial, por lo que se esmeró más que de costumbre en arreglarse. Se alisó el pelo y se puso el vestido que más le gustaba. Era de un color rojo bermellón que la hacía parecer una mujer explosiva, indomable. Y lo era...

No cogió nada más que el pequeño bolso negro que solía llevar y que tanto le gustaba. Allí solía guardar el teléfono, pañuelos, un pintalabios, cacao para estos y poco más. No era muy dada a cargar peso por cargarlo.

No fue la única que se percató de lo especialmente bella que se encontraba esa mañana, el mismo recepcionista del hotel, cuando dejó la llave de la habitación en recepción, no pudo evitar decir: "Hoy se encuentra espléndida señorita"

Cuando salió por la puerta giratoria del hotel el sol la cegó por unos momentos. Poco a poco fue adaptando la visión a la claridad matinal. Eran apenas las 10,15 de la mañana. Aún faltaba mucho para su encuentro. Se dirigió a la cafetería que se encontraba al lado de su hotel y se sentó en una mesa desde la cual podía observar el gran parque que tenía enfrente. Le gustaba ver a los niños corretear y jugar entre ellos. Era una imagen preciosa ver cómo los padres hacían todo tipo de tonterías por sacarles una sonrisa a sus hijos. Aún era demasiado joven para plantearse la idea de tener hijos con su pareja, pero ya empezaba a sentir su instinto materno. Era feliz...Le entraron ganas de verlo, pero sabía que hasta dentro de una semana no podría. Justo en ese instante recibió un sms.

Cariño, que al final se cancela el fin de semana
pesquero con el jefe. Parece ser que se ha puesto
gravemente enfermo su padre y hemos dado media vuelta
en cuanto nos hemos enterado. En media hora estaremos de vuelta.
¿Te apetece que quedemos para dar una vuelta ahora que
estamos los dos de vacaciones?
Un beso...


Le respondió de inmediato, tenía muchas ganas de verlo ahora que disfrutaban de un poco de tiempo libre...ya que sus trabajos, a pesar de que les encantaban, los absorbían casi completamente. Quedaron media hora más tarde en la esquina donde solían quedar de jóvenes. Se apresuró en beberse el espeso batido y fue yendo.

Cuando llegó ya estaba allí. Se lanzó a sus brazos y se fundió en un abrazo con él. Le encantaba su olor...siempre tan exquisito. Al menos con él no tendría que dar vueltas por la ciudad hasta el esperado encuentro. Él le enseñó recovecos de la ciudad que ella aún desconocía. Parecía mentira que llevara viviendo allí 6 años. Se despidió de él a las 8 de la tarde, después de un intenso día acabaron en su piso viendo una película que llevaban años sin ver y que a él tanto le gustaba. Le costó salir por la puerta, pero tenía una cita a la que acudir y no quería retrasarse. Se despidieron con un beso en la comisura de los labios y un abrazo.

Con paso rápido se fue al metro. Quería impregnarse de la apatía y hastío que reflejaban los cansados rostros que deambulaban como almas en pena por el subsuelo. Ahí abajo apenas había personas. Eran todos sombras de lo que en su día fueron hombres y mujeres con ambiciones y felices. Allí, en el reflejo que se podía ver en los cristales de los veloces metros al pasar enfrente de uno podía ver uno su propia identidad. Caras desfiguradas, personas con rostros difuminados, perdidos en el río de una ciudad cuyo ritmo los ha superado. Simplemente se dejan llevar sin oponerse a la fuerza del río, que impetuoso, sigue su corriente hasta que finalmente caen por la catarata. Una honda tristeza empecó a adueñarse de su corazón. Precisamente lo que quería. También ella había pasado a formar parte de ese via crucis. El peso de su carga iba haciéndose cada vez más pesado. Agradeció que la parada estuviera cerca. Salió presurosa del metro, no quería sumergurse más en tanta miseria. Subió los escalones de dos en dos para salir al exterior, cuando una bocanada de aire le golpeó la cara. Era completamente de noche.

Andó durante 5 minutos hasta que llegó al lugar donde debían verse. Enfrente de ella se extendía un amplio campo de rugby en el que otras veces había visto jugar a varios equipos. Todo estaba en silencio. Un silencio que poco después se vio interrumpido por los pasos de una figura masculina que se atisbaba a unos 50 metros. Estaba segura de que era él. Sin ningún tipo de duda. Se acercó a ella y se apoyó en la barandilla mirando al frente, en su misma posición.

"Cuánto tiempo...¿no?" - dijo él por fin

"Sí" - respondió ella, cortante.

"¿Por qué después de tantos años?"

Ella lo miró...Seguía tan guapo como siempre. Ahora además parecía más maduro. Seguro que seguía triunfando con el género femenino. Ahora incluso más. Sin embargo, en su rostro se reflejaban unos signos que delataban el rápido desgaste que estaba infligiendo a su cuerpo, obligado a viajar a velocidad de crucero y viviendo la vida siempre al límite. Aquello no podía ser sano...pronto le acabaría pasando factura.

"Te odio" - fue la respuesta a su pregunta.

Él permanecio en silencio, cabizbajo. Entonces ella introdujo la mano en su bolso en busca de algo. Sin mirar fue tanteando en su interior hasta que lo encontró. Lo asió con fuerza y lo levantó en el aire, en donde refulgió por unos segundos a la luz de la luna, para finalmente asestarle un golpe en la cabeza que lo tumbó de inmediato. No pudo oponer resistencia.

Lo miró desde lo alto. Estaba en el suelo boca arriba rodeada su cabeza de un círculo de sangre. Aún no había muerto, solo estaba semiinconsciente. Se puso encima de él, de rodillas. Le desgarró la camiseta. Había deseado esto desde hacía mucho, y quería tanto disfrutarlo como que él lo disfrutara. Recorrió su pecho con la punta de su cuchillo. Seguía demasiado confuso como para darse cuenta. Poco después sacó una cuchilla de afeitar de su bolso...en el que solo tenía lo estrictamente necesario, y empezó a afeitarle el pecho. Entonces no pudo aguantar más la rabia y le rajó con esta en diagonal, provocándole una herida desde el pecho al ombligo. Empezó a sangrar. Con la sangre vino un alarido de dolor. Estaba disfrutando....
No quería jugar más, solo disfrutar. Volvió a coger el cuchillo, y empezó a hundírselo en el pecho una y otra vez. Una y otra vez. Una....y otra vez... Siguió hasta que no pudo más. La sangre le había salpicado en la cara y por todo el cuerpo y la ropa. En su pecho apenas se podían reconocer los pectorales de los que antaño tanto se había jactado. No era sino un muñeco exánime que estaba tendido en el suelo...Se levantó para mirar al cielo.

Ahora se encontraba tranquila. Nada podría perturbar la paz interior que albergaba en esos momentos. Acto seguido alzó las manos y se las contempló. Aún tenía el cuchillo con el que le había quitado la vida en la mano derecha. Bañadas por la luz de la luna, la sangre escarlata que tenía por todo su cuerpo desprendía magia. Una sensación de confort invadió todo su cuerpo...

Tenía las manos ensangrentadas...

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