jueves, 12 de mayo de 2011

Trembling Hands

Y cuando lo pienso, me tiemblan las manos y comienzo a sudar. Todo mi cuerpo, convulso, relampaguea. Y me tiemblan las manos. Y me tiemblan las manos. Y Sudo. Y brinco. Y me tiemblan las manos... 


Cuando le preguntaron, no supo cómo reaccionar. Como rey tenía que ser imparcial, y para ello, tenía que tener en consideración hasta el menor detalle. Todo contaba. Se pasó así, meditabundo, toda una noche. Miraba a la vacua inmensidad que sobre él se volcaba. Sus ojos, de un negro atezado por la inmortalidad, eran un fiel reflejo de lo que ante el se extendía. Cuando por la mañana fue de nuevo preguntado, el rey, incapaz del crepúsculo al despuntar del primer rayo de poder inclinar la balanza hacia un lado, se dejó llevar por un coup de coeur, y tomó así su decisión. 

¡Oh, cuán azaroso se torna el destino cuando los sentimientos entran en juego!

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